Rebusco entre los bolsillos antes de meter los pantalones en
la lavadora y encuentro un pedacito de tiempo. Lo cojo fuerte, no quiero que se moje
y se eche a perder ese bien tan escaso. Es como cuando te encuentras en un pantalón
20 euros olvidados, aunque a mí nunca me ha pasado.
Me dijo que era ego, que el instinto va por delante de uno
mismo y que hace tres meses estaba en el otro extremo. En ese momento me doy
cuenta de que no me conozco tanto como creo, que las personas de fuera pueden
predecir el futuro con unos metros de error. La experiencia se queda en
experiencia y las emociones en emociones. Da igual el número de veces, cuando
ocurre duele igual.
No se trata de lo que piensas, no se trata de un sueño ni
tampoco de una persona. No se trata de la muerte ni de si va a llover o no. Se
trata de creer, de tener fe y no ser religioso. De luchar contra ti mismo y
hacer del mundo una pequeña canica.
Cambiar el mundo es complicado, pero es más divertido que
seguir los principios de los demás.