jueves, 30 de junio de 2011

Cigarro tras cigarro.

Como ese señor negro de bigote fino y de nombre “El rey de los Martin”, yo también tuve un sueño. Dice que si sueñas con todas tus fuerzas quizás llegues a conseguir que se haga realidad, pero a veces no es suficiente.
Todo el mundo tenemos alguno, pero no los décimos por miedo a no verlos cumplidos. Una leyenda cuenta que si cuentas los sueños, tienes más posibilidades de que no se vea cumplido, por lo tanto la mayoría de nosotros soñamos en silencio. Tenemos miedo a que no se vean cumplidas las ilusiones que hacen que esta vida sea maravillosa, sin saber quien marca la barrera de esos pensamientos personales. Deberíamos ser nosotros mismos quienes pongamos las pautas, pero la constitución de los sueños está mal redactada desde hace siglos.
El tiempo, al igual que lo anterior, es muy relativo. Para unos han pasado años y para otras semanas, es lo intrigante del asunto. Y, aquí estoy, fumando como un carretero en tiempos de crisis, para alimentar las arcas del vicio y destrozar lentamente la función respiratoria, todo volverá a la normalidad cuando me tranquilice de verdad.
Demasiadas sensaciones en muy poco tiempo, impulsividad controlada y lágrimas que con el tiempo serán un recuerdo refrescante por mis mejillas. A lo mejor es el momento de escribir en ese libro negro con cierre rojo, a mano, no quiero que me tiemble el pulso y llenar de cenizas sus hojas.
El calor te sucumbe en la cama, no puedes dormir y valoras que no hace falta. Que alguien te dijo un día que dormir diez horas no es necesario, que es una pérdida de tiempo. Tienes que dar la razón cuando se tiene de verdad, y ahora es el momento de decirte que las ojeras no importan, que volveré adormir como un lirón en cuestión de semanas.
Algún día nos volveremos a ver, pero aun no.

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