La niebla, cargada y espesa, desciende por la montaña hasta un valle que no
es encantado. Ahora cuesta respirar en la falda de la montaña y los pueblerinos
del valle buscan aire puro en la cima de su particular relieve.
El camino hasta la cumbre no es fácil, en él se encuentran multitud de obstáculos
como el frío, la vegetación, animales salvajes y uno mismo. Las preguntas a
cada paso se hacen más rotundas, nada banal de lo que se pueda escapar con un
simple clic en el ratón de un ordenador. La música no se escucha a esas alturas
y retroceder puede ser una opción más peligrosa que el silencio, pero no todo
es tan oscuro y peligroso como lo narran, hay una respuesta. Tú.
Tú decides si vivir o morir, si subir o bajar, si ganar o perder.
De ti depende todo, la cumbre, tus pasos, el camino.
Todo se desvanece para las personas que confían sus fuerzas a alguien. Aquí
la respuesta falla, ya que esas son las personas que más felices pueden ser.
Yo, pueblerino y tozudo, me encuentro en un lugar sin respuesta ahogado por
los recuerdos y preso de mi estupidez sin saber afrontar lo que tanto platico.
Ya no quiero ser yo.
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