miércoles, 14 de mayo de 2014

El último desayuno.

No quiero adorar a una persona igual que yo. Dos piernas, dos brazos, un corazón traicionado como la mayoría de los mortales y pelo largo como los heavys. No creo en los milagros, gran cuento el de tu suerte. Botellones industriales convirtiendo el agua en vino, el ERE de Cocacola te vino mal para hacer kalimotxo.
Robaste el protagonismo del Sol y de Zeus con una historia basada en la resurección inexistente, personaje inmortal. Te has ganado a pulso mi comparación con Caperucita, Pulgarcito y Gretell. Al menos ellos llevan el sello de una editorial independiente, más humilde que tu Biblia y sus millones de traducciones al parsel.
Gran culpa la tuvieron esos Dominicos que poco me enseñaron de la vida, pero a rezar como un campeón para esperar que cambie mi destino.
¿Si de verdad existieras dejarías que los niños se mueran de hambre, que haya gente sin casa o que las civilizaciones caigan en guerra? Creo que es el momento de hacer tus milagros, esos de los que presumen tus queridos Mateo y Lucas. Yo mientras esperaré viendo como te desvaneces, mirando al cielo para ver sólo nubes.

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