Atrás quedan esos martes mágicos, cuando eramos inocentes y no sabíamos donde íbamos a llegar. Esas tardes de besos y miradas tímidas, sin miedo a mirar al horizonte.
Atrás quedan esas cervezas plagadas de sonrisas con dirección a nuestros labios, a lo más profundo de nuestro ser.
Quizá ya no escribamos esas cartas dignas de Becquer, quizá tengamos miedo de saber que es mucho tiempo y que el tiempo nos pone a cada uno en nuestro lugar.
Acojona pensar. Pensar que todo esto puede no ser real, que aveces es tan perfecto y otras mortal. Y es en ese preciso momento cuando cerramos los ojos y nos dejamos llevar. Nos besamos, el tiempo se detiene y volvemos sobre nuestros pasos.
Invencible, grande e imantando. Digno de la fidelidad a nuestras personalidades. Loco, divertido y soñador. Digno de nuestro lugar en este mundo.
Todo esto forma parte de una nostalgia forjada con el tiempo, esa misma que será el presente mañana, la que nos hará volar y perdurar en el tiempo con los nuestros.
Batallas interiores, cruzadas nocturnas y música en nuestros pasos. Y es que aveces escribir hace la herida más profunda. Te hace recordar que estás vivo, que si duele es porque las reglas del juego no estan escritas, hay que imventarlas, dibujarlas en nuestros cuerpos con el arte de reir, con el los arte de bailar, con mirarnos a ojos y ver ese brillo que hipnotiza.
Y será paciencia, persistencia o ya no se qué. Algo que no se puede explicar, algo que rompe el aire puro de esta habitación.
lunes, 3 de noviembre de 2014
Regreso al futuro
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