La cama estaba sin hacer, como si hubiera pasado una tormenta de esas con viento huracanado y aires fríos.
Olía a sexo por toda la habitación, la ropa interior estaba tirada por el suelo y la mesilla estaba llena de papel higiénico con flujos vaginales y algo de semen.
Ella fumaba tumbada en la cama con aires de grandeza, desnuda. Su media sonrisa indicaba que estaba muy cerca del paraíso.
Mientras, yo acariciaba sus piernas como si allí no hubiera pasado nada. Ni huracán, ni aire frío, ni nada de nada.
Estábamos sin ropa y nos daba igual. Ella en tetas y yo sin calzoncillos. Era nuestro momento.
Soñamos en alto por unos instantes. Ella quería viajar a París y yo a Berlín. El móvil no existía y la tele estaba apagada. Solo estábamos nosotros y la cerveza que acabábamos de abrir.
Al fondo, un gran espejo reflejaba la imagen de esa habitación. Esa dónde no había cabida para nada más.
Olía a sexo por toda la habitación, la ropa interior estaba tirada por el suelo y la mesilla estaba llena de papel higiénico con flujos vaginales y algo de semen.
Ella fumaba tumbada en la cama con aires de grandeza, desnuda. Su media sonrisa indicaba que estaba muy cerca del paraíso.
Mientras, yo acariciaba sus piernas como si allí no hubiera pasado nada. Ni huracán, ni aire frío, ni nada de nada.
Estábamos sin ropa y nos daba igual. Ella en tetas y yo sin calzoncillos. Era nuestro momento.
Soñamos en alto por unos instantes. Ella quería viajar a París y yo a Berlín. El móvil no existía y la tele estaba apagada. Solo estábamos nosotros y la cerveza que acabábamos de abrir.
Al fondo, un gran espejo reflejaba la imagen de esa habitación. Esa dónde no había cabida para nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario