No sabe que yo también escribo a escondidas, con tan poco valor para enseñar al mundo lo que pienso y siento. ¿Avergonzado? De mis escrituras no, sólo de mis palabras que escupo cuando mi pequeño diablo me estruja las entrañas, aquel que no me deja en paz cuando más lo necesito.
Sólo quiero bailar, estar tranquilo y seguir con mi paz. Ni tú ni el viento haran tambalearme con la fuerza suficiente para caer por el precipicio.
Seguimos sentados en el borde comentando el paisaje mientras que uno mira al horizonte y otro mira cómo mira el otro al horizonte. No es una situacion incómoda porque de vez en cuando nos besamos y se cambian las tornas. Ahora quien mira al horizonte es la persona a la que tú estás mirando.
Finalmente se dieron la mano, miraron juntos al frente y a los ojos varias veces, de manera intermitente. Se entendieron sin hablar.
Se tiraron.
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