lunes, 27 de marzo de 2017

Vidas.

Fumábamos en ese banco como si se fuera a terminar el tabaco.
Hablábamos de la vida y de chicas, cómo no.
Mirábamos corretear a los niños detrás de la pelota y suspirábamos por ser como ellos otra vez por un instante.
Calada tras calada íbamos arreglando el mundo a base de conversaciones interminables que duraban 10 cigarros por cabeza.
Si, un paquete.
2006, la burbuja inmobiliaria estaba a punto de explotar y España seguía perdiendo en cuartos.
Nuestros sueños se proyectaban en aquella plaza de un pueblo sin nombre, sin gente capaz de entender por qué un cigarro más.
Pasaron ya siete años desde que Sabina publicó “19 días y 500 noches” y seguíamos conmocionados por la muerte de Gila.
No sabíamos dónde podía llegar esto, éramos estudiantes frustrados de padres separados y nuestro coeficiente intelectual daba para un paquete más.
Da igual si hacia frío o no, teníamos cazadoras de marca que nos hacían sentir supervivientes en medio de la multitud.
Al fondo a la derecha no estaba el baño, pero había una tienda donde comprábamos todo tipo de chucherías, bolsas de patatas e incluso perritos calientes.
Era el paraíso.
Ahora ese banco lo frecuentan chavales sin futuro que saben más de chicas que nosotros.
El tabaco es más caro, los impuestos han subido y los peinados de ahora no molan tanto.
Sabina ha sacado nuevo disco y ha muerto Michael Jackson.


Ah, y España ha ganado un Mundial.

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